1- Otro “no” para las políticas inflacionarias
El aumento del costo de vida frustró la idea de poner dinero en el bolsillo y asado en la mesa de la gente, una de las promesas centrales de la administración de Alberto Fernández. El gasto público financiado con emisión, una práctica potenciada durante la emergencia de la covid-19, licuó el poder adquisitivo de una moneda que ya venía deteriorada por las corridas cambiarias registradas en 2018. En los hechos, los pesos compran cada vez menos bienes y servicios, y las subas de ingresos no compensan la escalada de los precios, además de generar stocks escasos, y tensiones por cepos como los aplicados al mercado de los dólares y de la carne.
La inflación golpea más a los sectores con sueldos fijos o que se ven imposibilitados de incrementar sus salarios mediante un aumento de las horas de trabajo, que son los grupos sociales más débiles. En el caso de los jubilados, la disminución general del poder adquisitivo se sumó al cambio del mecanismo de actualización de los haberes promovido por el oficialismo que justamente quitó a los índices de precios como base del reajuste. En este punto no hay novedad: el resultado de las primarias del domingo no hizo más que ratificar el mensaje de rechazo a las políticas inflacionarias que el electorado había dado en 2019.
2- La recesión fue más fuerte que la recuperación
Cuando la pandemia llegó, la Argentina ya estaba inmersa en una crisis material y productiva de larguísima duración. Durante 2020, la economía se contrajo casi diez puntos porcentuales -acumula una década sin crecimiento sostenido- y el déficit fiscal primario alcanzó el 6,5% del producto bruto interno. Ante este panorama de estancamiento, el Gobierno prefirió diferir la renegociación de la deuda con el acreedor principal del país, el Fondo Monetario Internacional, y parchar las cuentas públicas exhaustas con una presión fiscal elevada, además de la consabida emisión con efectos inflacionarios. No sólo mantuvo impuestos regresivos, sino que creó otros, como el de la riqueza. Tampoco modificó el llamado “costo laboral”. En la primera mitad del mandato de Fernández quebraron empresas, y crecieron el desempleo, la informalidad y la pobreza.
En este contexto tan similar al crac de 2002, que encontró algo de oxígeno en la excelente campaña de los granos, el oficialismo intentó ganar tiempo y, por ello, impulsó la postergación de las primarias. Se suponía que para septiembre la vacunación iba a surtir beneficios y la economía, a rebotar. En agosto, el Presidente comenzó a anunciar signos de recuperación y que 2022 iba a ser el año de salida de la recesión. ¿No le creyó el electorado? Una hipótesis es que simplemente la mejoría, si existiera, no llegó a sentirse.
3- Los subsidios no mitigaron el desempleo
La decisión de otorgar ayudas a monotributistas y trabajadores golpeados por la pandemia tampoco funcionó. No sólo porque el mayor gasto público disparó la inflación y diluyó el alivio, sino porque en la segunda ola del coronavirus el Estado no pudo sostener el nivel de asistencia. Tampoco sirvieron los programas oficiales de aliento al consumo con tasa cero activados en las semanas previas a las elecciones, ni las sucesivas prórrogas de la prohibición de suspensión y despido.
El impacto del coronavirus sobre el empleo registrado, que es el que sostiene la seguridad social y paga impuestos, ha sido descomunal. El Gobierno de Fernández no pudo articular propuestas para contrarrestar este problema estructural, que precisa reformas consensuadas y que afecta en particular a las nuevas generaciones. Hacia mediados de este año, la desocupación alcanzaba a 1,3 millón de trabajadores, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos, el porcentaje más elevado desde el comienzo de la pandemia. La situación retrotrajo a la Argentina al fenómeno de emigración de 2001 y 2002. ¿Cuál fue la diferencia respecto de ese momento? No había redes sociales para amplificar los mensajes de descontento ni las fotos con el pasaporte sellado en el aeropuerto de Ezeiza.
4- La pandemia, madre de todas las disrupciones
La covid-19 acentuó la crisis económica y generó una crisis propia. El confinamiento estricto temprano, que comenzó levantando la imagen presidencial, terminó por volverse en contra. La población argentina fue una de las que más tiempo pasó encerrada. Sometida a numerosas restricciones, la cuarentena se transformó en una especie de estado permanente y no impidió que el país quebrara la barrera de los 100.000 fallecidos como consecuencia del virus. En esa situación de duelo, de bronca y de perturbación, la ciudadanía acudió a las urnas.
La pandemia rompió infinitos proyectos. Y las votaciones celebradas bajo su influjo acreditan que también frustró carreras y planes políticos. En Estados Unidos, el electorado expulsó al negacionista del virus, Donald Trump; en Chile, sepultó las ambiciones de las fuerzas tradicionales y catapultó a una miríada de candidatos recién llegados, y en Perú, llevó al poder a un izquierdista hasta entonces desconocido como Pedro Castillo. El clima de disrupción se proyectó también sobre los niveles de participación, en algunos casos para aumentar la asistencia y en otros para disminuirla. En la Argentina hubo menos afluencia. El 68% de los electores se presentó a votar este domingo contra el 76% de 2019 y de 2017; el 75% de 2015 y de 2013, y el 79% de 2011, cuando las primarias debutaron. Apatía, miedo y desconocimiento del mecanismo explican esta coyuntura tan atípica e inquietante para la política.
5- Menos tolerancia con la falta de ejemplaridad
En medio del cansancio, el duelo y la incertidumbre, el Gobierno agregó motivos para el malestar social cuando se enredó con sus promesas de inmunización contra la covid-19 y quedó a la vista la existencia de vacunatorios paralelos para allegados al poder en tiempos donde escaseaban las dosis. El resultado de las elecciones indicaría que el despido del entonces ministro de Salud, Ginés González García, no fue suficiente para cerrar el escándalo del “Vacunatorio VIP”, en parte por el hecho de que otros funcionarios beneficiados por la inoculación paralela conservaron sus puestos, como el procurador del Tesoro de la Nación, Carlos Zannini.
La indignación sin embargo estalló en pleno período proselitista como consecuencia de la divulgación de las imágenes del cumpleaños de la primera dama, Fabiola Yañez, en la Quinta de Olivos, en transgresión al aislamiento decretado por el Presidente. Esas fotos y el procesamiento del “affaire” desgastaron a Fernández dentro y fuera de la coalición gobernante. La reacción oficial finalmente subestimó el efecto del asunto en una ciudadanía que acabó por revelarse menos tolerante con la falta de ejemplaridad de las autoridades.
6- La educación amplió las desigualdades y el descontento
El debate sobre la educación, la calidad de la enseñanza y la igualdad de oportunidades es otra derivación de la pandemia. En esa encrucijada, el Gobierno de la Nación levantó la bandera de la educación virtual o del cierre de las escuelas. La oportunidad fue aprovechada por la oposición para diferenciarse. Horacio Rodríguez Larreta aprovechó la coyuntura para poner distancia con Fernández; fue a la Corte Suprema y consiguió un fallo favorable a la potestad de su distrito, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, para regular la prestación educativa. Este triunfo judicial enfureció al oficialismo, que descalificó a los jueces y buscó sortear los límites trazados por el fallo mediante un proyecto de ley bloqueado en la Cámara de Diputados.
La resistencia a la presencialidad y la experiencia de Rodríguez Larreta alentaron un movimiento de protesta. En diferentes puntos del país, las familias salieron a la calle para exigir la reapertura de los establecimientos escolares. Al final y conforme se acercaban las primarias, todas las jurisdicciones tuvieron que transitar la senda del jefe de Gobierno porteño. Pero el roce evidenció otro frente de descontento, que se agrava en la consideración de la desigualdad que produjo el modelo de clases virtuales sin acceso adecuado a la tecnología y a internet.
7- Un segmento de votantes fluctúa según la ocasión
El oficialismo quedó reducido el domingo al 30% histórico de votos cautivos del kirchnerismo. ¿Qué pasó con el otro 19 o 20% que posibilitó la llegada de Fernández y de su promotora, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, a la Casa Rosada en 2019? Estos sufragios cambiaron de destino como antes lo habían hecho, en alguna medida, respecto de Juntos por el Cambio.
Las primarias reiteraron la volatilidad del segmento de electores que definen los comicios. Este grupo no se ve condicionado por la grieta: salta de espacio a espacio, va y viene sin condicionamientos ni limitaciones en función principalmente de la marcha de la economía. Así como esos apoyos estratégicos se apartaron del ex presidente Mauricio Macri como consecuencia de la crisis cambiaria que soportó su administración y la demora “de la lluvia de inversiones”, también abandonaron a Fernández por la debacle de la economía. Esta lógica importa una presión tangible para los gobernantes, que quedan así obligados a obtener resultados inmediatos y a los que ya no les rinde frutos echar la culpa a la gestión anterior.
8- La pérdida de la moderación tampoco funcionó
En 2019, la decisión de Fernández de Kirchner de colocar como compañero de fórmula a quien había sido uno de sus críticos más despiadados fue considerada una jugada maestra. En ese momento imperaba el axioma “con Cristina no alcanza, sin Cristina no se puede” que desembocó en la unidad del peronismo. La incorporación del ex jefe de Gabinete del ex presidente Néstor Kirchner generó entusiasmo y sumó votos. Fernández era visto como un moderado, un “armador”, un “acuerdista” o un estratega.
En la primera parte de su mandato, el Presidente se apartó del perfil que lo había beneficiado y adoptó un estilo confrontativo. No sólo se “agrietó”, sino que también tomó las banderas de su vice y encaró una cruzada muy polémica contra la Justicia, con la acusación de “lawfare” como estandarte, y contra los medios de comunicación críticos. El Gobierno ejecutó movimientos favorables a la desactivación de las causas penales existentes contra Fernández de Kirchner y sus familiares, y, en el afán de blindarse ante los cuestionamientos, incluso relativizó las represiones y vulneraciones de derechos humanos ocurridas en Formosa. El Presidente completó este giro con posturas afines al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y se abstuvo de condenar la violencia ejercida contra los manifestantes cubanos. La consecuencia de esta radicalización dejó asimilado al jefe de Estado con el sector más duro de su alianza, sin capacidad en los hechos de agregar votos al piso del 30% que retiene el kirchnerismo.
9- La oposición lavó las diferencias sin fracturarse
Juntos por el Cambio modificó varias veces su denominación, pero no se rompió. Y volvió a acertar con la decisión de resolver las disputas mediante la competencia interna, tal y como lo había hecho en 2015. Tras la derrota de 2019, la alianza integrada por el PRO, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica pudo mantener un grado aceptable de cohesión mientras debatía la sucesión de Macri. ¿Qué pasará de ahora en adelante, cuando se aproxima la posibilidad de regresar a la Rosada? Es el interrogante que reta al conjunto de dirigentes que aspira al sillón de Rivadavia.
En los hechos, las internas opositoras celebradas en numerosos distritos, entre ellos la poderosísima provincia de Buenos Aires, alentaron la participación y la fiscalización. El test obligó a los precandidatos a esforzarse y a conquistar el espacio público. Esta dinámica favoreció al colectivo Juntos frente a la campaña más cerrada del oficialismo en las jurisdicciones principales. La continuidad de la unidad en la oposición es un fenómeno singular en la democracia argentina y en él estribaría la chance de la alternancia, perspectiva republicana que sanitiza y fortalece el sistema electoral. ¿El costo? Los contendientes internos están permanentemente obligados a jugar a acercar posiciones y llevar la lima a mano para remover las asperezas.
10- La ideología no ha muerto
Aunque el pragmatismo impera en gran parte del electorado y las variantes de centro concentran la mayor cantidad de candidaturas, las primarias demostraron el interés creciente por las boletas de izquierda y de derecha. Esta “ideologización” del electorado expresa una resurrección para manifestaciones políticas que en el pasado reciente se vieron recluidas a una posición marginal.
Es posible que en el próximo Congreso aumente la diversidad de representación de corrientes de pensamiento ubicadas en los polos del espectro ideológico. Los “outsiders” o “antisistema” podrían sentarse al lado de los llamados políticos tradicionales. Las derivaciones de este encuentro son imprevisibles, pero desde ya denotan la penetración de la militancia, en especial mediante las redes sociales. La izquierda y la derecha incomodan a los que no se sienten a gusto en ninguna de esas orientaciones, y, por lo mismo, son capaces de precipitar transacciones antipopulistas en los sectores medios que tiendan a contener la presión de “los de afuera”, como ocurrió en otros países del mundo. Como mínimo se abre en la Argentina un período de discusiones distintas, que con suerte quizá generen políticas diferentes a las que produjo la perniciosa visión cortoplacista.